“El
pueblo que caminaba en la noche divisó una gran luz, habitaban el oscuro país
del sufrimiento pero fueron iluminados…porque un niño nos ha nacido, un hijo se
nos ha dado, su nombre es proclamado. Él es el consejero admirable, el príncipe
de la Paz, Él establece el derecho y la justicia desde ahora y para siempre…”
Isaías
9, 1-7
Acerquémonos
a Navidad con
un corazón abierto a los susurros de Dios que viene con su luz irrumpiendo en
medio de la oscuridad de un mundo confundido y necesitado, sediento de amor y
de justicia. Él llega imprevisible, sorprendente, desconcertante, abrazando la
humanidad herida desde los márgenes de la historia.
Escuchemos en Navidad ese movimiento de preguntas y respuestas
encarnadas en la vida, que surgen en un contexto de crisis que tiene nombres,
historias, sueños, rostros, identidades de personas que son victimas en la
gestión de la crisis en diversos países: ¿Con quienes nos estamos posicionando
en el manejo de esta crisis? ¿de quienes estamos siendo aliadas? ¿Cómo nos
llega el grito que surge desde las calles, ante los desahucios, el
desmantelamiento de las políticas públicas de salud, vivienda, educación, las
reformas laborales y legales que endurecen aún más las vidas de los pobres?
¿Cómo acogemos el recorte de las libertades democráticas, el grito que nos
viene de los inmigrantes ante la complicidad de los gobiernos que otorga
privilegios a los poderosos y les niega el pan a los supervivientes, a la vez
que refuerza la política de internalización de fronteras…?.
Dispongámonos
en Navidad a
perseguir “sueños” e “intentos”, utopías y proyectos de vida, más que programas
estáticos y seguridades…liberándonos de lo que ya es costumbre, o lo que podría
ser, recuperando la libertad profética, la dimensión misionera, haciéndola
necesaria, imprescindible.
Acojamos
en Navidad las palabras esperanzadoras del Papa Francisco, que nos plantea cambios profundos y de
fondo que nos desafían a entrar en diálogo con la realidad. Él va
desequilibrando la balanza del bien y el mal, mostrándonos un nuevo rostro de
iglesia cercana, misericordiosa, amable capaz de irradiar "la alegría del evangelio".
Celebremos
Navidad de la mano de María proclamando con y junto a ella: “Un niño nos ha
nacido, un Dios inmensamente humano nos ha visitado y ha venido a quedarse para
siempre con nosotros”.
Un abrazo en
cercanía, esperanza y compromiso.
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